A ese otoño no le hacía falta
perder más hojas, ya estaba desnudo,
ya estaba preparado para ser invierno
mucho antes de que soplara tu aire,
ya sus ramas se habían acostumbrado al
frío,
ya sostenían el tiempo en su agrietada
corteza,
no le hacía falta, ya era otoño de
escarcha.